No es el kraken, es la kraken. Es hembra, según los manuscritos que he podido consultar. Una vez cada 125 años, todos los machos de sepia y calamar inician una migración hacia lo más profundo del océano dejando a sus hembras perplejas y bastante cabreadas. Una Carrera frenética, pues el primer macho de sepia o calamar (tanto da uno u otro) que llegué a su guarida será el afortunado que se beficiara a tamaña enormidad de calamar gigante. Porque el kraken no es un pulpo gigante, es una calamar gigante.
Si los esforzados pretendientes tardan en llegar (el océano es vasto y ellos diminutos), la kraken abandona su morada y asciende hacia los pisos superiores del océano pues a la pobre le pica ahí, y necesita ya jaleo (125 años sin mojar ya son).
Ocurre entonces que el monstruo se acerca a la costa. Y sí, desgraciadamente, cuando esto ocurre, alguna parroquia costera tiene la desgracia de tocar las campanas la bicha se enfurece y mueve los tentáculos produciendo enormes olas y pagándola con lo primero que ve, y si es un petrolero, más, pues ya dije que pocas cosas les gusta tanto destrozar al kraken como los petroleros.
Fueron bastantes los marineros galleros que alertaron de la coincidencia del repicar de campanas de una iglesia parroquial gallega en costa da morte durante la boda de unos sobrinos del obispo de mondoñedo con la catástrofe del Prestige. Y es sabido en círculos políticos que el obispo de mondoñedo pidió disculpas por enfurecer a la bicha a la presidencia de la Xunta.
Pero claro, ¿cómo iban a salir los políticos echando la culpa de lo ocurrido al obispo de mondoñedo? No hubo huevos. Y así se montó la que se montó.
Bueno, me piro que parece que me va a dar curro (ya me aburría por aquí sin hacer nada).